Joan Calventus S.
Un centímetro cúbico cura 10 sentimientos melancólicos.
Un mundo feliz (A. Huxley)
… Para tener más sexo o para no tenerlo. Para evitar o facilitar el embarazo. Para sentir más o menos dolor; reducir las emociones o amplificarlas; facilitar la circulación de nuestra sangre o disminuir su nivel de azúcar; estar más o menos pelud@. Para combatir el insomnio o dormir como lirones (incluso hasta la eternidad!)… Siempre encontraremos un fármaco que nos permitirá controlar nuestro estado físico, mental, emocional y hasta espiritual. La clave está en el control, en el poder sobre nuestro cuerpo y alma. Pero, ¿por qué controlar? ¿Qué controlar? ¿Quién decide qué controlar y cómo controlarlo? ¿Quién tiene la manija? ¿Quién tiene el poder? ¿Lo tiene el “paciente” (a veces muy impaciente), el médico, la industria farmacéutica, las élites económicas,…?
Lamentablemente, no tenemos el poder o control sobre nuestra salud. Nuestro día a día y nuestro porvenir están atrapados, enredados y muy condicionados por una telaraña de pegajosos hilos que responden a cierta epistemología2, economía, política y ética sanitarias.
Al igual que ocurre con otras necesidades, las que tienen que ver con nuestro bienestar también son creadas. No participamos en la definición de qué es salud o qué es enfermedad. Esto lo deciden otras personas (muy impersonales) o entidades (sin identidad): expertas o investigadoras de la ciencia, técnicas del ámbito político sanitario o social, “filántropas” (o filantro-capitalistas, para más exactitud), grandes empresas, grandes bancos, fondos financieros transnacionales… En este sentido, estaríamos en manos del Estado, de la ciencia o del capital. Pero analicemos esto con mayor atención.
Los Estados se han convertido en corporaciones privadas (sin fines de lucro, pero repletas de corrupción), quebradas económicamente3; financiadas y rescatadas por grandes bancos (Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo), por organizaciones financieras internacionales como el Fondo Monetario Internacional o por sociedades de inversión transnacional (como BlackRock o Vanguard Asset Management4). ¿A qué intereses responden, por tanto, las políticas sociales y sanitarias estatales?
La pérdida de soberanía y gobernanza de los Estados es cada vez más evidente y explícita: durante la 77a Asamblea Mundial de la Salud que se celebrará en Ginebra, este próximo mes de mayo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) pretende que se enmiende el actual Reglamento Sanitario Internacional y se apruebe un nuevo “Tratado de pandemias”. Con estos cambios, será más probable decretar la ocurrencia de una “situación pandémica” en el planeta (¡será más fácil y probable que “estemos en peligro”!); pero además, los Estados cederán soberanía ante la OMS, que en definitiva será quien tome las decisiones políticas frente a las próximas “situaciones pandémicas” que suframos. Por cierto, la OMS es un organismo multinacional de la Organización de Naciones Unidas, conformada por el conjunto de Estados económicamente quebrados y en manos del capital. Además, en la actualidad, el organismo es financiado en más de un 80% por empresas privadas y fundaciones filantro-capitalistas, como la Fundación Bill y Melinda Gates o la Alianza Global para Vacunas e Inmunización (GAVI, según sus siglas en inglés)5. Llegados a este punto y en relación a la más que cuestionable gobernanza de la OMS, no estaría de más recordar aquello de… “¡el que paga, manda!”6.
Por su parte, la ciencia no deja de ser una institución social, política y económica más, desarrollada en grandes centros de investigación, financiados por el mismo capital privado que financia a los Estados; o desarrollada por algunas Universidades públicas, con recursos económicos muy limitados y, por lo mismo, entregadas a los mismos fondos económicos transnacionales. La supuesta neutralidad de la producción y publicación científica aún queda más en entredicho, al comprobar que la industria editorial biomédica (en manos del capital privado) y la industria farmacéutica presentan innumerables vasos comunicantes y conflictos de interés7.
El discurso acerca del bienestar y de la salud-enfermedad también se elabora, reproduce, amplifica y distribuye masivamente por todo el planeta a través de grandes empresas mediáticas de comunicación transnacionales. En 2020, seis de estas empresas supergigantes controlaban el 70% del negocio en todo el planeta8. Esto permite a los dueños o inversores de estas empresas imponer, globalmente, un discurso único y obligatorio.
Igual concentración de capital y poder observamos en las redes sociales, que día a día se convierten en una de las principales fuentes de socialización y construcción social de la realidad a nivel mundial. A fines de 2021, había unos 4.500 millones de personas usando las redes sociales, equivalentes al 56,8% de la población mundial9. En este caso, el control de la información que democráticamente circula por las redes requiere aplicar medidas más drásticas desde el poder económico y político: vigilancia digital, cibersoberanía, suspensión o eliminación de cuentas o plataformas personales10. Así, la Unión Europea está aplicando un Reglamento de Servicios Digitales que, entre sus objetivos, propone “atenuar riesgos sistémicos tales como la manipulación o la desinformación”11. Cabría preguntarse, inmediatamente, quién determina lo que es información (verdad) y lo que sería desinformación (mentira malintencionada). En último término y una vez más, esta decisión y ejercicio de poder lo asume, como vemos, la élite capitalista.
En definitiva, el concepto de salud y bienestar que se nos impone a través de la educación, la formación profesional, la ciencia, los medios de comunicación y las redes sociales (vigiladas y controladas) presenta ciertas características, entre las que destacamos: (1) su sentido tanático, al estar construido desde el riesgo y el miedo a la enfermedad y la muerte; (2) su determinismo causal, lineal, basado en una legalidad y método científico estandarizados, que no aceptan otras construcciones histórico-culturales; (3) su concepción del ser humano como paciente dependiente, receptor pasivo de indicaciones y de productos farmacológicos; (4) su tecnificación, que somete la práctica de la vida cotidiana y la intimidad a la formalidad de las directrices científico- técnicas, desde el mismo hecho de nacer, pasando por prácticas de alimentación, relaciones afectivas y sexuales, reproductivas, y hasta la experiencia última de morir; (5) su funcionalidad instrumental para el poder, al utilizarse la salud como principal justificación y legitimación de la intervención política, aumentando así el dominio y control sobre la población, por parte de ciertas élites económicas globales.
Como vemos, el escenario es bastante sombrío. Sin embargo, siempre subsistirán destellos de crítica y oposición que aportan a la toma de conciencia y a la búsqueda de alternativas. Uno de estos referentes luminosos es el colectivo de arte “La Farmacéutica Nacional”, al invitarnos a observar y reflexionar sobre nuestro bienestar, nuestra salud y nuestra historia. Y para ello utilizan un espejo en el que se refleja, sarcástica y dramáticamente, buena parte de las tensiones y contradicciones que aquí hemos planteado.
La obra que presenta este colectivo nos expone ante un momento delicado, crítico y urgente que experimentamos como humanidad: nuestro bienestar, nuestra salud y hasta nuestra vida se hallan en manos de una élite política y económica. El arte, como forma y espacio de conocimiento y también de acción socio-política, nos invita en este caso a reflexionar y ojalá también a actuar frente a un poder omnímodo, que ejerce un dominio y control absoluto sobre nuestras vidas. Quizás esto sirva para despertar y remover la conciencia de un humanismo progresista entregado a los designios de la élite transnacional capitalista; un progresismo que ha vendido su alma al diablo, transitando en pocos años desde una anti-globalización anti-capitalista hacia la defensa de los actuales postulados hegemónicos totalitarios, una de cuyas expresiones sería la Farmacéutica transNazional.
1- Académico del Programa de Salud Mental, Escuela de Salud Pública, Universidad de Chile.
2- Área de la filosofía que estudia cómo conocemos la realidad.
3- Sólo por destacar algunos ejemplos: el año 2022 la deuda pública de EEUU era de 29, 3 billones de eu- ros (121,3 % de su PIB), la de China era de 13,1 billones de euros (77% de su PIB), la de Chile era de 108.365 millones de euros (38% de su PIB). Ver otras deudas públicas aquí.
4- https://www.rankia.com/blog/fondos-inversion/4882208-mayores-gestoras-fondos-mundo-2022
5- https://www.who.int/about/funding/contributors
6- Para profundizar, consultar a Judith Richter: link 1, link 2 ; Germán Velasco: link 1, link 2; Tracey Wagner-Rizvi (2020): link
7- Link
8- Link
9- Link
10- Link
11- Link
Psicólogo social comunitario, magíster en sociología y doctor en educación. Actualmente es académico del Programa de Salud Mental, en la Escuela de Salud Pública (Universidad de Chile). Su principal tema de interés es la soberanía en temas de Salud.