Valentina Gavilán, editado por Krasna Vukasovic
Una práctica cuya razón de ser es precisamente crear escenarios que nos traigan de vuelta el buen vivir, evitando que esos nudos se transformen en nódulos patológicos y sus metástasis se desparramen como la peste por el cuerpo-alma de nosotros mismos y de toda la trama social. (1)
El año 2017 viví un par de meses en la ciudad de Buenos Aires. Ese viaje fue motivado por la necesidad de sacudirme, alejarme, observar desde lejos. Tenía la sensación de que mi práctica en ese momento, –principalmente actuar y trabajar en teatro–, no me estaba dando las respuestas que quería encontrar. Había algo en la unicidad disciplinar que me incomodaba. No sabía de dónde provenían mis inquietudes, pero intuía que había algo allá que no estaba acá.
Casualmente al inicio de este año encontré mis cuadernos de apuntes de ese viaje, un archivo muy preciado que me trasladó mediante recuerdos a un conocimiento que creía haber olvidado. ¿Era así? Al abrirlos, tocarlos y verlos, recordé la luz brillante de la ciudad, el olor a humedad y los recorridos que hacía de camino a clases. Diana Szeinblum, en un ensayo respecto a su propia práctica en la danza, dice que se podría insinuar que uno de los grandes atajos a la memoria es la sensorialidad, que el disparador real y súbito del recuerdo es la experiencia física que se ancla en el cuerpo (2).
Siguiendo la correlación de casualidades, al iniciar el seminario que enmarcó esta escritura vi que en la bibliografía sugerida se mencionaba a Marie Bardet (3). Precisamente ella fue una de las personas con las que me había topado durante el viaje, y quien me ayudó a nombrar y mirar desde otra perspectiva el quehacer del que participaba.
Estas pistas en forma de claves, sumadas al recorrido hecho durante el seminario Contravisualidades feministas y cuir, me llevaron a tomar estas casualidades y probar si, a partir de ellas, puedo revelar sentidos respecto a mi práctica actual y delinear un trazo inicial a esta inquietud.
Germen de una práctica personal
Una de las primeras anotaciones en mi cuaderno sobre “Mirando/Tocando”, seminario de Marie Bardet que tomé durante el 2017 en el contexto del Festival de artes performativas 1224 (4), es la siguiente:
Transitamos por el seminario recordando junto a Marie su camino (5).
La práctica del seminario se concentraba en conocer y realizar técnicas de danza que Marie había aprendido en su formación inicial con personas que consideraba sus maestrxs. A esto, se sumaba una revisión de autorxs, poetas y filósofxs que articulaban pensamiento sobre y en el cuerpo. A partir de la apertura del archivo personal de Marie, ella nos compartía el proceso que había ido construyendo desde la primera vez que había realizado un movimiento, una técnica. El archivo estaba encarnado en sus narraciones y sus gestos, era un archivo que estaba vivo. Practicamos ejercicios sobre las técnicas de danza surgidas en los setentas, para luego pasar a principios del Feldenkrais (6), siempre combinando la lectura del cuerpo, del espacio y la filosofía.
A partir del movimiento se proponía encontrar una articulación con el tipo de pensamiento que se desprendía de cada una de las técnicas que íbamos realizando. Había un fuerte interés por parte de Marie en que nos concentráramos en las dimensiones somáticas (7) de nuestras experiencias psicofísicas, para poder discutir al final de la clase hacia dónde nos llevaba a cada unx, estos movimientos. ¿Qué pensamientos se desprendían de la realización del movimiento?
La siguiente anotación en mi bitácora dice:
Primero nos tendemos en el piso para observar cómo la gravedad cae sobre nuestro cuerpo y a partir de ahí observamos en todo lo que se puede enfocar. Mirada que desliza, mirada que rola (…) ¿Cómo se trabaja con la gravedad? ¿Qué cuerpxs y qué percepciones debemos activar en el tiempo que habitamos?
Leyendo esa última pregunta destacada en negrita pienso en cómo está activada mi percepción y cuerpo hoy en día. También pienso en lxs cuerpxs colectivxs. Silvia Rivera Cusicanqui sostiene:
La descolonización de la mirada consistiría en liberar la visualización de las ataduras del lenguaje, y en reactualizar la memoria de la experiencia como un todo indisoluble, en el que se funden los sentidos corporales y mentales. Sería entonces una suerte de memoria del hacer, que como diría Heidegger, es ante todo un habitar. La integralidad de la experiencia del habitar sería una de las (ambiciosas) metas de la visualización (8).
Cito a Silvia pensando en la experiencia relevante que me significó atravesar el seminario de Mirando/Tocando. Quizás el lenguaje, los archivos, las prácticas y la forma en que compartió Marie ese otoño representaron una fractura en la forma que comprendía o habitaba las artes escénicas, incluso las artes en su totalidad. Dio una respuesta inicial ante ese malestar que sentía.
Me atrevo a decir que esa fractura representó para mí una descolonización disciplinar, en tanto se quebraron las estructuras en las que yo misma enmarcaba el tipo de conocimiento que emana del teatro, danza, performance, etc. El conocimiento del actuar no era solo técnico, más bien estaba encarnado en la experticia con que se ejecutaba una actuación o una danza. Tampoco se reducía solo a la información que estaba siendo compartida con la audiencia sino que, en la ejecución misma de un movimiento, habitaba un conocimiento específico. Había en los gestos una información que era política, sensible y reveladora. En palabras de Diana Szeumblum, el interior del cuerpo se presta a cualquier pregunta y, como tal, siempre ofrece algún tipo de respuesta, como si fuera un gran oráculo (9).
La memoria de la experiencia
Ahora pienso y me parece evidente que lxs cuerpxs encarnan informaciones que son conocimiento, y que ese conocimiento es extrapolable a muchas dimensiones sociales, políticas y culturales. Vuelvo a las preguntas que sostenía antes de ese viaje a Buenos Aires: ¿Por qué actuar en una ficción no generaría un pensamiento crítico? ¿Por qué ese pensamiento crítico estaba situado solamente en lxs espectadores o quienes veían lo que yo misma actuaba? ¿Dónde y cuándo reconocemos la clave política y cultural de un gesto? ¿Qué era lo que esta nueva percepción sobre las artes escénicas e incluso mi práctica personal venía a mostrar? ¿Era simplemente un cambio de foco o había algo más? Silvio Lang (10) de manera muy lúcida entiende el quehacer artístico de la siguiente forma:
La obra es secundaria a la actividad artística que hacemos. Lo que hacemos es inventar prácticas sensibles. Esas prácticas son modos de uso y protocolos de experimentación del espacio, del tiempo, de los órganos corporales, del movimiento, de la percepción. Como efecto de esos usos, nosotros, artistas y los públicos, o artistas no auto-percibidos, componemos afectos y conceptos inéditos. La obra solo importa como archivo del futuro y como soporte material de la experiencia perceptiva del presente. Son aquellos conceptos y afectos que atraviesan los cuerpos y confeccionan los corpus de producción cultural que viajan por las sociedades y las épocas, los que hacen consistir nuestra política existencial (11).
Interpretando desde la perspectiva de descolonización de la mirada de Silvia Rivera Cusicanqui, sumada a la experiencia del seminario y las palabras de Silvio Lang, creo que el proceso entró como un factor relevante en ese momento a la hora de pensar las creaciones artísticas. También había una potencia liberadora en comprender el afecto como un lugar conceptual y corporal, por ende, necesario de tematizar. Afectar mediante acciones a unx otrx.
Situarse desde la perspectiva de que la relevancia del ejercicio artístico es inventar prácticas sensibles que (nos) afecten y sean modos de estar/ser en el mundo me parece fundamental a la hora de proyectar un trabajo en el campo de las artes, las humanidades y en todos los lugares del conocimiento posibles. El valor del pensamiento afectado y cómo eso engendra futuros imaginarios posibles se volvieron, desde aquel viaje que da dirección a este ensayo, en una obsesión.
¿Cómo podía aplicar todo lo que estaba aprehendiendo, percibiendo, sintiendo?
De vuelta a Chile, ese mismo año 2017 finalizando el invierno me encontré con el lugar que había dejado intacto. Comencé a trabajar en nuevos proyectos donde me propuse poner en acción estas nuevas orientaciones que había encontrado tras la cordillera. Me llamó la atención que había un malestar generalizado en el habitar, al menos en la ciudad de Santiago. Para la autora brasileña Suely Rolnik la conversión del malestar en angustia y su consecuente patologización reitera y naturaliza la reducción de la complejidad de los procesos de subjetivación al “sujeto”, cancelando aun más violentamente las posibilidades de “creación transfiguradora” (12). Volvía reiterativamente a reflexionar sobre qué cuerpxs y qué percepciones debemos activar en el tiempo que habitamos. ¿Cómo accionar frente al malestar que nos aqueja?
Es en ese momento donde aparecen en mi camino colegas, amigxs que hasta el día de hoy nos acompañamos intentando activar cuerpxs, palabras y prácticas que respondan esas preguntas, siempre acompañadxs y sostenidxs aún en la difícil tarea de colectivizar sentires y pensares.
Comunidades temporales en búsqueda de lo común
La Farmacéutica Nacional somos un colectivo compuesto por cuatro personas. Existimos desde el año 2018 y funcionamos desde la performatividad de un laboratorio farmacéutico ficticio. Buscamos borronear el límite entre lo real y la ficción desde la práctica artística, para acercarnos a los transeúntes en el espacio público y tratar de comprender los malestares colectivos que nos aquejan. Para esto, creamos una identidad visual que emula una farmacia cualquiera.
Las prácticas de la imaginación siembran en nosotrxs como colectivo un intenso activismo a desarrollar y se han transformado en una especie de trinchera de batalla para resistir ante el tiempo que habitamos. Este tiempo lo podríamos caracterizar como acelerado, explotador, lleno de información y con una tendencia sistemática a anestesiar la vida mediante fármacos, desinformación y políticas de invisibilización.
Paul B. Preciado, en el prólogo de Esferas de la Insurrección, comenta que para Rolnik la revolución no se reduce a una apropiación de los medios de producción, sino que incluye y se basa en una reapropiación de los medios de reproducción, reapropiación por tanto del “saber-del-cuerpo”, de la sexualidad, de los afectos, del lenguaje, de la imaginación y del deseo. La auténtica fábrica es el inconsciente y por tanto la batalla más intensa y crucial es micropolítica (13). La Farmacéutica Nacional sostiene un activismo micropolítico que levanta ficciones que problematizan las formas que tenemos de hacernos cargo del malestar; esta es una estrategia para poner en crisis los marcos representacionales sobre los que funciona nuestra cotidianeidad. Como colectivo, buscamos en nuestra práctica ficcional germinar posibilidades para subvertir los espacios del capitalismo, apropiándonos de su narrativa publicitaria desde una vereda corporal, crítica e irónica. Así como sostiene Rolnik, la revolución esquinozoanalítica podría ser la gestión creativa y colectiva del malestar para imaginar otros mundos posibles.
Vuelvo siempre a la pregunta central que aparece en mi cuaderno de apuntes para responder a qué sentidos ha dejado este recorrido desde Buenos Aires hasta hoy. Y pienso, siento y sostengo la pregunta: ¿Qué cuerpxs y qué percepciones debemos activar en el tiempo que habitamos? El tiempo sigue moviéndose y como bien compartió Marie ese otoño en Buenos Aires en su seminario, hay que ejercitar la lectura del mundo desde lxs cuerpxs, pues ahí residen informaciones múltiples que, al menos en lo personal, no he dejado de encontrar. La lectura del mundo desde el cuerpo es ante todo un trabajo intuitivo, no es un acto de magia, es una práctica.
1- Rolnik, Suely. Esferas de la insurrección. Apuntes para descolonizar el inconsciente. Tinta limón, 2019. Página 23.
2- Szeinblum, Diana. Un escondite posible. Lo único que nos queda es el tiempo. Caja negra, 2019. Página 146.
3- Marie Bardet hace filosofía y también danza. Nació en un pueblo de Francia y vive ahora en Buenos Aires. Su hacer y su pensar corren las fronteras entre teoría y práctica y se nutren tanto de la improvisación y las prácticas somáticas como de la filosofía contemporánea y de los pensamientos-prácticas feministas y queer/cuir. En todo ese arco, tensa los problemas que recorren los cuerpos y la política configurando espacios comunes de multiplicidad artística y pensamiento situado.
4- Doce Veinticuatro es un espacio alternativo de investigación, entrenamiento y publicación de danza, teatro y performance. Para más información visitar su web.
5- Apuntes tomados durante el año 2017 en un cuaderno de color naranjo. Estos apuntes forman parte de mi archivo personal y contienen además anotaciones a modo de bitácora sobre cosas diversas de mi experiencia en Buenos Aires. Se adjunta un anexo de imágenes.
6- El Método Feldenkrais es un método de aprendizaje somático creado por el israelí Moshé Feldenkrais a mediados del siglo XX. Los proponentes del método afirman que este reorganiza las conexiones entre el cerebro y el resto del cuerpo y, por lo tanto, mejora el movimiento corporal y el estado psicológico.
7- Las técnicas somáticas en la danza se refieren a enfoques y prácticas que involucran la conciencia y la experiencia del cuerpo en el movimiento. Estas técnicas se centran en la conexión mente-cuerpo, la percepción sensorial y la exploración de la anatomía y la kinestesia (la conciencia del movimiento interno).
8- Rivera Cusicanqui, Silvia. Sociología de la imagen. Tinta Limón, 2015. Página 23.
9- Szeinblum Diana. Un escondite posible en Lo único que nos queda es el tiempo. Caja negra, 2019. Página 146.
10- Es director escénico y se dedica a la investigación teórica, la enseñanza y colaboraciones artísticas en danza contemporánea, performance y teatro.
11- Lang Silvio. Manifiesto de la Práctica escénica en Lo único que nos queda es el tiempo. Caja negra, 2019. Página 113.
12- Paul B. Preciado, Prólogo en Esferas de la Insurrección. Tinta Limón, 2019. Página 14.
Ensayo realizado en el marco del seminario Contravisualidades feministas/cuir, impartido por la Dra. Cynthia Shuffer en el programa de Magíster de Arte, Pensamiento y Culturas latinoamericanos, Instituto de Estudios Avanzados, Universidad de Santiago. Editado para el catálogo de La Farmacéutica Nacional.